domingo, 22 de noviembre de 2015

Ser bonita es un delito en Ciudad Juárez, asevera la madre de una joven asesinada

  • De su hija Idaly Juache, a Norma Laguna sólo le entregaron dos trozos de cráneo
  • Se sabe que la policía está involucrada en red de trata, pero nadie hace nada, acusa
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A mi hija la traían hombres armados, ¿por qué nadie hizo nada?Foto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 22 de noviembre de 2015, p. 12
Ciudad Juárez, Chih.
¿Por qué no me la regresaron? ¿Por qué hacerle eso? Si ella ya no les servía, me la hubieran dejado. No saben el daño que nos hicieron. Ni se imaginan, dice Norma Laguna Cabral mientras recorre el arroyo El Navajo, nuevo símbolo de feminicidios y mujeres desaparecidas de esta ciudad.
Su hija Idaly Juache Laguna desapareció hace cinco años. No tuvo ninguna pista, hasta el 16 de abril de 2012, cuando recibió una llamada: Hemos encontrado a su hija, le dijeron. Luego le entregaron unos restos óseos: Son dos pedazos de cráneo de 10 centímetros. Dicen que eso es toda mi hija.
A partir de ese día, Norma ha iniciado un duelo que aún no termina, ni acepta. Solicitó una segunda opinión pericial, y el 26 de diciembre de 2013, el Equipo de Argentino de Antropología Forense, por conducto de Mesa de Mujeres, en carácter de representante legal, confirmó que efectivamente era su hija. Al día siguiente la sepultó.
Pero desde hace unos meses, las autoridades insisten en que acepte una nueva entrega: Dicen que tienen otro pedazo. Yo no he ido a mirarlo. No lo acepto. Primero voy a platicar con mi familia. Ellos no quieren que vaya porque me pongo muy mal. Es muy doloroso. Parece que esto nunca va a terminar.
Norma limpia las cruces rosas de las primeras 11 víctimas encontradas entre los matorrales de ese arroyo, ubicado en el Valle de Juárez a la altura del municipio El Porvenir, a unos 77 kilómetros de esta ciudad. Llora y repite que no puede reconocer la realidad: No puedo aceptar que ella no va a estar, que ya no la voy a ver. Por más que quiera, no puedo. Ella ahora tiene 25 años. Siempre soñaba que un día la iba a mirar casada con hijos. Por eso me mantengo mal, estoy mal.
Siempre que puede, vuelve a este lugar. Después del hallazgo de las primeras 11 muchachas, han encontrado, tres kilómetros adentro, los restos de 17 mujeres más. ¿Cómo es posible que no se den cuenta de dónde quedaron nuestras hijas desaparecidas? Las vinieron a tirar aquí, como si no fueran nada, peor que un animalito. Aquí no hay camino, son puras brechas.
A pesar de la realidad aplastante, Norma sigue buscando a su hija: Tengo la esperanza de encontrarla. Si no tuviera esa esperanza ya no estuviera aquí. Tengo esperanza en que algún día regrese y no sean los restos de ella. Nosotras vamos a seguir luchando para que no vuelva a suceder y no haya más madres e hijas sufriendo este dolor. Ser bonita en Juárez es un delito.
Agencia de modelos
El caso de su hija Idaly Juache Laguna, desaparecida cuando tenía 19 años, forma parte del llamado juicio histórico, aún sin concluir, de acuerdo con declaraciones de mujeres y niñas rescatadas de una extensa red de trata, la cual es responsable de secuestro, explotación sexual y asesinato de al menos 28 mujeres reportadas desaparecidas de 2009 a 2010; la organización está integrada por miembros de Los Aztecas y Los Zetas, en connivencia con autoridades federales, militares y de Ciudad Juárez.
Desde el 23 de febrero de 2010, cuando desapareció su hija, Norma se convirtió en investigadora ante la inacción y pasividad de las autoridades. Recordó que el 15 de enero de ese año fue a buscar trabajo a la agencia de modelos de Camilo del Real Buendía, que el 21 de febrero le llamó para tomarle fotos. Dos días después Idaly desapareció.
“Hay testigos de que él enganchaba a las muchachas y además era el chofer de El Z1, el tratante”, dice Norma al señalar que Del Real Buendía no está siendo procesado en el llamado juicio histórico porque se ha amparado en cinco ocasiones.
El juicio continúa y la segunda fase está programada para el próximo 26 de diciembre. Gracias a las declaraciones de las mujeres, adolescentes y niñas rescatadas ha podido ir colocando las piezas del rompecabezas: “Las testigos dicen que a mi hija la traía El Z1 como su novia. Las muchachas dicen que ella siempre estaba callada y muy triste, que mi hija siempre estaba triste. Ellas dicen que mi hija llamaba mucho la atención porque es muy bonita, por su cabello negro y largo, muy delgadita. Me decían que mi hija parecía una Barbie”.
Norma no puede evitar el llanto. Dice que cuando vio a los primeros siete acusados de pertenecer a la red de trata les reclamó y les dijo: Nuestras hijas ni siquiera los conocían. Ellas no merecían todo lo que les hicieron. Ellas no eran una cosa para comerciarlas. Si querían dinero nos lo hubieran pedido, aunque nos hubiéramos quedado sin nada, pero que nos las hubieran regresado.
Camina por estas brechas del arroyo El Navajo y no puede dejar de repetir: Las aventaron aquí como si no fueran nada, como si no valieran. Ellos dicen que les han violado todos sus derechos. ¿Y los derechos de ellas? Hasta el derecho de seguir viviendo se los quitaron. Ese nada más Dios nos lo puede quitar. No entendemos por qué. Todavía no sabemos muchas cosas.
Norma y las otras 27 madres de las jóvenes esperan la segunda fase del juicio y se quejan del nivel de impunidad que hay en Chihuahua porque ninguna autoridad ha sido procesada por su implicación en la red de trata.
En el organigrama sólo están Adrián Roldán de la Cruz, alias El Z1, que murió en abril de 2013 al enfrentarse con agentes ministeriales que lo investigaban por el delito de extorsión. Le sigue Jesús Hernández Martínez, alias El gordo maloso, quien supuestamente era su mano derecha y se encargaba de trasladar a las muchachas a los lugares de explotación sexual y de vigilarlas.
Entre los enganchadores, además de Camilo del Real Buendía, aparece el fallecido Víctor Chavira, El Chino, quien desde su tienda de botas ubicada frente al estacionamiento del mercado Reforma les ofrecía trabajo de dependientas y luego las entregaba. También incluyen a Manuel Vital Anguiano, Don Meny, que vendía dulces en la estación de policía Delicias y allí les ofrecía trabajo, igual que José Gerardo Puentes Alva, El Gera. En la red también están César Félix Romero, Félix; Édgar Jesús Regalado Villa, El Piwi; Jesús Damián Pérez Ortega, Patachú, y José Antonio Contreras Terrazas, El Kóyac.
Norma recuerda sus rostros y cuando pedían perdón, pero no cree en ellos: Aunque digan que sienten lo que pasó con nuestras hijas y que están arrepentidos, es mentira.
Su hija desapareció cuando fue a visitar a su tío al Cereso, pero su última pista llega, como en todos los casos, hasta el centro de la ciudad: Anduve tres meses en el centro de día y de noche. Regresaba hasta la una de la mañana buscando a mi hija. A ella siempre la miraban que la traían en los bares y en los hoteles del centro. La traían hombres armados. ¿Por qué no hacían nada, si todo mundo sabía que ella estaba desaparecida? ¿A poco la policía no se va a dar cuenta? Los policías saben que las tienen a fuerzas, secuestradas. Sentimos mucha impotencia, mucho dolor, porque no hacen nada, y esto no lo va a parar nadie.
Gabriela Reyes, sicoterapeuta de la organización Mujeres de Pacto, en colaboración con la Red Mesa de Mujeres, ofrece contención y apoyo a las madres: El acompañamiento es emocional, sicosocial, sicojurídico y de terapias alternativas de liberación. Ellas normalmente no quieren ir a consulta porque se abren emociones, aunque constantemente viven con el dolor. Eso entorpece su proceso.
Mientras recorre las colonias más marginadas, donde viven los familiares de las víctimas, va entregando despensas. En la Luis Echeverría se observa un enjambre de casas humildes. Aquí vive Norma Laguna Cabral. Tiene ocho hijos: cinco mujeres y tres hombres.
Duelo con injusticia
Gabriela le ofrece terapia de contención, pero la falta de justicia en el caso de su hija la afecta de manera fundamental: Sigue habiendo mucho enojo porque les dijeron dónde estaban sus hijas, pero no hicieron las investigaciones adecuadas. A partir del juicio mejoró su salud, pero les afecta que no estén siendo enjuiciados todos los que son (responsables). Aparte, ellas las querían vivas.
Explica que es normal que Norma quiera volver a ver a su hija: No acepta. Es una parte muy importante porque las quieren ver vivas. Intentamos que aprendan a vivir con su dolor y les damos un taller de resiliencia, en el que puedan resignificar su experiencia desde su fortaleza. Ellas trabajan para que no se repita, para que no haya ni una más.
El número de desaparecidas y feminicidios aumenta. Norma está sentada en la sala de su casa, junto a las fotos de Idaly. Cuenta que hace unos meses desapareció Yanira Gutiérrez Ramírez, de 17 años, y días después, la encontraron muerta flotando en un canal de riego: Era hermana de una amiga de mi hija. Tenía ocho días que la andaban buscando. Siguen desapareciendo muchachas por tanta corrupción. Mientras no se acabe la corrupción de los que tienen dinero para comprar la autoridad esto va a seguir. Y mientras la ciudadanía no levante la voz ni exija, va a seguir sucediendo.
Y añade: Hay muchas madres con hijas desaparecidas, pero deciden no hacer nada porque saben que no las van a encontrar. Ellas saben, como nosotras, que la policía está involucrada, y que nadie va a investigar a la policía. Esa es la verdad.