viernes, 9 de octubre de 2009

Adriana Sarmiento Enríquez: El rostro de la estadística


Cuando tenemos 15 años estamos en la flor de la vida, en plena primavera, creemos tener el mundo a nuestros pies, y nos lo queremos comer a mordidas gigantescas como si fuera una enorme hamburguesa, yo creo que por eso es el platillo favorito de Adriana.

Una niña –Sí, porque aunque se crean mujeres, a los 15 son unas niñas- llena de vida, siempre alegre, de sonrisa fácil y franca, ilumina a todos a su alrededor.

Hace poco fue su fiesta de quince, sueño de toda jovencita que en ese día se viste de princesa y se siente toda una reina. Practicó por varios meses el baile de esa noche, con la energía y entusiasmo que sólo tenemos a esa edad, y cuando llegó el día, fue la más hermosa, la más feliz, disfrutando al máximo, bailando y platicando con su grupo de amigos, bastante grande cabe mencionar, ya que es muy sociable.

Despreocupada vive la vida tranquila, cursa la preparatoria y sueña con llegar a ser enfermera, profesión noble y llena de retos, pero Adrianita tiene el espíritu necesario para lograrlo, es noble, inteligente y siempre busca a ayudar a quien lo necesita, un verdadero ejemplo de altruismo.

Como toda quinceañera le encanta el baile, pero sobre todo la música, es como si la tuviera por dentro, tararea melodías todo el día, no importa si va en el bus o esta en el gimnasio haciendo ejercicio, siempre trae una canción en los labios y una rana en la mochila, le encantan, tiene una gran colección.

Adriana es como cualquier chica de su edad, disfruta de la escuela, los amigos y el baile, es como tu vecinita, sobrinita, o compañerita de clases… sólo hay algo que hace la diferencia, quien sabe si pueda llegar a cumplir sus sueños, le interrumpieron el ritmo de su vida, la alejaron de su familia, le convirtieron su mundo de hamburguesas en una pesadilla.

El 18 de enero de 2008 Adriana salió de la escuela con sus amigos, se fueron a comer y a platicar, y ya de regreso a casa, a la cual nunca llegó, se subió a un autobús, y no se ha vuelto a saber nada de ella. Pasó a formar parte de la lista interminable de desaparecidas de Ciudad Juárez.

Durante 16 años jovencitas y niñas, que van desde los 9 a los 30 años, han desaparecido en esta ciudad fronteriza, donde la policía y la ley están de lado de los delincuentes y asesinos, dejando en las calles impunemente a estos seres desalmados.

Algunas de estas jovencitas aparecen después de algunos días, su cuerpo destazado, acribillado, es abandonado en algún terreno baldío, victimas de violación sexual, mutilaciones y estrangulación, con claras señales de haber sufrido vejaciones por varios días, ¿puedes imaginarte a una criatura de 10 años sufriendo estas atrocidades? ¿Gritando y suplicando clemencia, sin entender porque le pasa esto, cuando apenas el día anterior jugaba con muñecas?... yo simplemente no puedo concebir tanta atrocidad, es inaceptable que esto siga pasando, y las autoridades no hagan algo al respecto.

Hablé por teléfono con la mamá de Adrianita, doña Ernestina Enríquez, quien vive con la desesperación que desde hace un año y medio su hija desapareció, despertándose a media noche con pesadillas, sin saber que es de su pequeña, soportando la indiferencia de la policía local, que ya le dio carpetazo al asunto, y por si fuera poco, recibiendo llamadas de gente sin entrañas burlándose de su dolor.

Doña Ernestina sólo se levanta cada día, por la esperanza de encontrar a su pequeña, de que alguien le de una pista certera, y ruega a la persona que la tiene que se la devuelva, le suplica que le regrese a su nena, que necesita atención medica porque sufre sinusitis.

Cómo mujeres debemos solidarizarnos, apiádense del dolor de esta madre desesperada por encontrar a su hija, si saben algo por favor envíenme información a mi correo electrónico, pónganse el corazón en la mano, y piensen que sentirían si fuera su hija, su hermana, su amiga.

Si quieren ayudar copien esto y reenvíenlo a todos sus contactos de correo electrónico, pongamos nuestro granito de arena para encontrar a Adriana.

¡Ni una más, Ni una más!