domingo, 19 de julio de 2015

Sociedad Actual: La justicia sorda, muda, misógina


MONTERREY, Nuevo León, México. 18 de julio de 2013. Andrea Flores Magaña -  Imagina la escena. Una adolescente de 18 años sale de su casa, como todos los días, para ir a trabajar a la maquiladora más cercana. Se despide de su hijo de 3 años; es madre soltera. Ambos viven en casa de la abuela porque el salario no  alcanza para rentar un lugar propio. A pesar de las carencias, del trabajo diario, de doblar turno, a pesar de las más inimaginables adversidades, ahí la lleva, paso a paso, poco a poco. Como todas las tardes, al checar su tarjeta de salida, camina hacia su casa. Quizá cansada, quizá algo triste o desconsolada pero con el coraje bien puesto para salir adelante junto con su pequeño hijo. Y de repente, la ausencia. La abuela, el niño, la familia entera se estanca en la perpetua espera. Los minutos se vuelven horas; las horas, eternidad. Ella nunca regresó. La realidad se tambalea, los pies dejan de pisar con certeza, el corazón se llena de angustia y la existencia se tapiza de insoportables interrogantes.
Así es la realidad de muchas familias en Ciudad Juárez desde enero de 1993. Más de 300  mujeres han simplemente desaparecido o han sido encontradas muertas con graves signos de violencia: es, la representación más denigrante del supuesto dominio del hombre; la cosificación de la mujer cruelmente representada; la complicidad, la impunidad.
En 2001, nace Nuestras hijas de regreso a casa, organización formada por familiares y amigos de las jóvenes desaparecidas y asesinadas, fundada por Marisela Ortiz y Norma Andrade, maestra y madre de Lilia Alejandra respectivamente. La encomienda es clara: justicia, soluciones a las interrogantes, encarar lo que las autoridades mexicanas no han querido enfrentar, acabar con la incompetencia, la corrupción, la complicidad, la apatía, terminar con el silencio, cerrarle la puerta a la tan nociva impunidad para abrir la ventana a la equidad; darle la mano a quien lo necesite. Las palabras se combinan para crear súplicas que ansían respuestas; las palabras se combinan para exigir justicia.
Esta organización lucha en contra de la vulnerabilidad en la que se encuentran las mujeres de este país, cuya existencia se encuentra pendiendo de un hilo, inmune a toda ley y castigo. Combaten a pesar de sus voces amenazadas, del silencio obligado. Las autoridades mexicanas ya le abrieron la puerta a la impunidad; cerrarla es una de las misiones principales.
En México,  sufrimos un grave caso de amnesia generalizada. Los atropellos más infames ocurridos en este país son aliados de la indiferencia, del dejar pasar, del “tiempo lo cura todo”. No, no siempre es así. Estas organizaciones, las que nacen a partir del dolor inmenso transformado en resistencia, luchan en contra de las omisiones, apelan a la genuina legalidad: aquella con la venda bien puesta sobre los ojos, no para volverse ciega, sino para impartir la justicia sin excepciones ni consideraciones de ningún tipo. Luchan en contra del poderío mal empleado, de aquel que tiene al olvido de su lado. “La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido” dice Kundera. Su presencia, cuyos cimientos se basan en la fortaleza,  el amor profundo y la valentía, enfrenta cara a cara y sin miedo a la indiferencia, al postergar, al dejar en el abandono la memoria de todas aquellas que han sucumbido en las acciones de mentes enfermas, de autoridades insensibles. Mantener a estas organizaciones con vida es vital para que este país tenga la certeza de seguir dando pequeñas exhalaciones de vida. Su muerte, sería la condena de todos.